Mencionado por:
Gonzalo Gragera
Menciona a:
Martha Asunción Alonso
Carlos Loreiro
Laura Casielles
David Leo
Bio-bibliografía
Constantino Molina nace en Pozo-Lorente (Albacete) en 1985.
Desde que abandonó sus estudios universitarios de Licenciatura en Humanidades en el año 2006 ha trabajado en muy diferentes puestos de empleo que nada tienen que ver con la labor literaria (pintor, ferrallista, jardinero, auxiliar de topografía, camarero o peón en empresas de manufactura).
Su primer libro, Las ramas del azar, ha sido galardonado con el Premio Adonáis 2014. Algunos de sus poemas se recogen en en antologías y revistas nacionales e internacionales. Es colaborador habitual del periódico ABC.
Poética
LUCIÉRNAGAS
Escribir en la noche
y sin saber.
Ir encendiendo
palabras
como luciérnagas
en roca árida.
Y sorprendernos.
Y no saber.
Para admirar, así,
cada vez más
su interrogante y clara maravilla.
(De Las ramas del azar)
Poemas
CANCIÓN DEL MUNDO
Si alguna vez callásemos
como callan los árboles, las nubes
y las piedras, podrían escucharse
los árboles, las nubes y las piedras.
También en estas cosas se escucha una canción.
Y desde su silencio nos invitan
a creer en la voz que sin verbo habla.
Así,
mientras alguien fabula estrategias que calmen
su incertidumbre,
un lúgano le canta a la mañana
y el cielo le regala los colores del bosque.
Mientras alguien disfraza con plegarias su miedo,
un milano dibuja su vuelo entre las nubes
y esparce libertad.
Y mientas alguien busca con palabras
la respuesta que salve su alegría,
la primavera llega, tan callada,
y expande los secretos de la dicha.
El mundo nos entona su canción.
Una canción en blanco,
sin dictado ni acorde, sin ciencia ni conciencia,
que de la nada viene y en todo se refleja.
Basta callar, dejar cantar al mundo,
y oír su voz fugaz para entenderlo.
(De las ramas del azar)
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YONQUI
Pobre ángel desdichado de arrabal.
Outsider melancólico y mendigo
que por unas monedas
lloras en estaciones y mercados.
Probablemente nunca
deseaste la vida de los márgenes
y hoy por ellos caminas
en busca del amor fumado en base.
Comido por el ansia aspiras hondo
ese néctar hirviente
que ya tu sangre busca y necesita.
Tus pulmones se inundan
con humo de placer y enfermedad,
con átomos de éxtasis
y con el jugo espeso del suicidio.
No puedes resistir,
tus brazos de sarmiento
tiemblan mientras sujetas tu veneno
y se abre, renacida,
la flor casi marchita de tu rostro.
Ni siquiera te escondes,
fumándote la plata de los días
haces tu ofrenda al sol de la mañana
y nosotros te vemos,
bufones compasivos de tu suerte,
mientras desapareces tras un fuego
que, hermoso y soberano,
nunca deja de arder
aunque su llama mate y envilezca.
(Inédito en libro)
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